Autodidacta: una educación para el respeto

Javier Herrero (publicado originalmente en la revista El Nudo de La Red)

Poner fecha de inicio a este sueño que estamos haciendo realidad día a día no es sencillo. Probablemente porque fue naciendo poco a poco a lo largo de una serie de circunstancias, casualidades, coincidencias… Quizá lo más aproximado sea decir que este proyecto es fruto de la experiencia familiar, de la experiencia de la maternidad, de la paternidad, de la responsabilidad, de la conciencia, de los sueños agazapados durante años… Durante el año 1997 nació nuestra primera hija y Marién –mi compañera- buscaba un lugar donde no le separasen del bebé. Buscando, buscando, encontramos la maternidad Acuario, un lugar en el que sentimos un gran respeto por las decisiones de la mujer y las necesidades del bebé durante el embarazo, el parto y el postparto más inmediato. Un sábado por la tarde acudimos allí a una reunión de preparación al parto y –al salir- ya sabíamos dónde nacería nuestra hija. Durante el embarazo, el parto y un año después nos reunimos con la partera ecuatoriana con la que nos encontramos aquel primer día. De ella -y de Acuario- recibimos un ingente caudal de información sobre la salud de nuestra pequeña, así como de su desarrollo y necesidades.

Un día, María, la partera, se nos acercó y nos propuso la idea de hacer una escuela, pues ella tenía entones en España un hijo de tres años. Aceptamos y nos pusimos a trabajar. María volvió al Ecuador al poco tiempo y nosotros nos quedamos entusiasmados por ofrecer a nuestra entones única hija un lugar que tuviera el respeto en el corazón. La semilla ya estaba plantada. Después de más de un año de contactar con una gran cantidad de familias, unos amigos y compañeros de nuestro propio grupo de preparación al parto se unieron a nosotros y juntas, las dos familias, alquilamos una casita de campo para experimentar con nuestras hijas. Desde el comienzo del embarazo, nuestra curiosidad nos llevaba a devorar cuanta información nos caía en las manos sobre educación y comenzamos a visitar lugares en distintas partes del mundo que contaban ya, al menos, con dos décadas de experiencia y, por tanto, podían ofrecernos la visión de lo que ocurre cuando los niños se hacen mayores, viven la adolescencia, alcanzan la edad madura y se integran en la sociedad después de haber pasado toda su “vida escolar” en lugares en los que pueden probar a tomar su propias decisiones. Así fue como viajamos a Ecuador y conocimos la Fundación Educativa Pestalozzi, a cuyos fundadores hemos invitado a venir a España año tras año desde entonces en el marco de sus giras por la europa de habla alemana; visitamos Paideia, “la escuela de la anarquía”, radicada en Mérida; The Sudbury Valley School, una escuela de orientación democrática, de quien hemos traducido y editado un libro1; y finalmente Summerhill School, “la democracia infantil más antigua del mundo”, fundada por A. S. Neill a principios del siglo pasado y dirigida en la actualidad por su hija, Zoe.

Todas estas experiencias nos han ido nutriendo, ayudándonos a desarrollar nuestro propio proyecto educativo. Un proyecto que se basa en tres ideas centrales unidas entre sí por un mismo concepto: el respeto.

Autopoiesis

El respeto por la madre naturaleza es la primera de estas tres ideas. Las ciencias de la vida -la biología, especialmente- han sido para nosotros fuente de inspiración. Investigando en el pensamiento del biólogo chileno Maturana, quien ha cooperado decisivamente a desarrollar la biología del conocimiento, aprendimos que los seres vivos se caracterizan por producirse continuamente a sí mismos, esto es su organización es autopoiética.2 Esta visión de lo vivo hunde sus raíces en el análisis de la evolución de la vida sobre el planeta. La formación y desarrollo de la membrana celular, límite definidor del organismo vivo, se realiza de forma sorprendentemente simple y espontánea.3 El organismo vivo, así limitado y definido, diferenciado del entorno exterior, debe tomar decisiones sobre cómo relacionarse con ese ambiente exterior, qué sustancias permite que se introduzcan a través de esa membrana semipermeable y cuáles no, que expulsa de sí y qué resulta valioso para continuar con ese proceso constante de autogeneración. La matriz de esta idea radica en cómo la espontaneidad, la intuición, el autoconocimiento permiten un desarrollo sano y equilibrado.4 Esta idea del respeto a la madre naturaleza no consiste en ofrecer más horas lectivas de asignaturas como “conocimiento del medio” o “ciencias naturales”, no se trata de adoctrinar a los niños y jóvenes en el ideario ecologista. Nuestra solución pasa por ofrecer un entorno natural, rodearlos de naturaleza de modo que pasen sus primeros años de desarrollo en el contacto más directo posible con la naturaleza, en contacto con la tierra, con los árboles… Enraizar. Ésta parece una función importante de la educación en los tiempos que corren. Es por eso que nuestro proyecto educativo se desarrolla en un espacio natural de 2,6 ha. de terreno a 1 km. por una pista de tierra del casco urbano del pueblo más próximo. Allí, estamos diseñando un asentamiento que tienda a la sostenibilidad: construcciones alzadas con materiales respetuosos para la salud y el medio ambiente, eficientes en su consumo energético, con un aprovechamiento máximo de las aguas (recurso tan estratégico para la vida y, sin embargo, a estas alturas crecientemente escaso en la cuenca mediterránea, un ambiente que integre la agricultura respetuosa y la presencia de animales… En todo caso, de lo que se trata no es tanto de imponer nuestros valores, como de exponer a los niños y jóvenes a los valores que nos nutren a nosotros mismos. No se trata tanto de adoctrinar en la verdad como de ofrecer nuestra verdad, la que vamos construyendo día a día. El entorno es, por tanto, un elemento esencial de este proyecto educativo.

Autodidacta

Una segunda idea central a este proyecto es el respeto por el derecho a aprender lo que uno desea aprender. En el mundo en el que vivimos aprender significa ser enseñado. Sin embargo, aprender –desde nuestro punto de vista- es un proceso que sólo puedes desarrollar tú mismo. Aprender es una de las cosas nadie puede hacer por ti. Así de simple. La gente aprende porque es curiosa. Aprender, pensar, utilizar de forma activa la mente es la esencia del ser humano. Aprender resulta ser un impulso natural tan potente o más que el hambre, la sed o el sexo5 y a nadie se le ocurre forzar a otros a realizar lo que resulta más natural en ellos, ¿por qué entonces forzar a los niños a aprender? Lo único que se necesita para aprender es tiempo y el apoyo necesario cuando se solicita. Está claro que cuando una persona está decidida a aprender, vencerá cualquier obstáculo. De hecho, vencer obstáculos es una actividad esencial en el aprendizaje. La cuestión, quizá, debe ser entonces definir que es aprender. Desde nuestra perspectiva aprender es una función consustancial al ser humano. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos -desde que nacemos hasta que morimos- estamos aprendiendo. Constantemente. Otra cuestión es qué es lo que aprendemos. Y probablemente no aprendamos lo que otros quieren que aprendamos. Tal como afirma Yakov Hetch, fundador de la escuela democrática de Hadera, la cultura en la que vivimos inmersos nos empuja a pensar que sólo aprovechamos adecuadamente el tiempo escolar si lo invertimos en la pequeñísima parcela del conocimiento que es el currículum nacional y si lo invertimos en el amplísimo área de conocimiento exterior a este currículum entonces “los expertos“ nos dicen que estamos perdiendo el tiempo.6 Pero en la era de la información, en la sociedad del conocimiento, en la era interconectada de la red, en los tiempos de vertiginoso y crecientemente acelerado cambio que vivimos, ¿quién se atreve a afirmar cuál será el conjunto de conocimientos mínimos necesarios para sobrevivir dentro de dos décadas? Estamos convencidos de que la función de acumulación de conocimiento es una función que ya está delegada en las máquinas y que el progreso, el avance, el desarrollo consiste en la conexión de aspectos de la realidad que no están previamente conectados. Esto es el acto creativo; y coincidimos con Koestler, con Greenberg, con Holt7 y con tantos otros que afirman que cada ser humano, cada uno de nosotros, cada uno de nuestros hijos, es un genio creativo si se le concede el tiempo y la confianza necesarias para desarrollar sus propios y exclusivos talentos, a partir de los cuales desarrollar las destrezas y habilidades que le permitan sobrevivir en la sociedad adulta. Tomando las palabras de Daniel Greenberg: “Las personas aprenden mejor aquello en lo que tienen más curiosidad; hacen mejor aquellas tareas que han aprendido mejor y a la sociedad le aprovechan más las personas que hacen aquello que mejor son capaces de hacer.8 Es por eso que desde nuestra perspectiva autodidacta procuramos respetar los ritmos individuales; es por eso que a veces proponemos un lugar en el que los niños y los jóvenes pueden probar a tomar sus propias decisiones. Allí deciden en todo momento cuándo estar dentro, cuándo estar fuera, cuándo trepar, cuándo estar solo, qué interés desarrollar, a qué actividad dedicarse… De modo que los niños y jóvenes sean dueños de su propia agenda vital. Si uno es dueño de su tiempo, es dueño de su vida.

Creemos que dentro de cada ser humano hay una fuerza interior, una fuerza biológica, que nos empuja al desarrollo, producirse a sí mismo es el proceso de vida, un proceso cuyo patrón de organización es la red autoorganizada. Esta confianza es central al proyecto y nos ayuda a acompañar a los niños con la seguridad de que sobreviviremos encontrando nuestro propio camino, no el que otros crean adecuado para ellos. Pretendemos hacer realidad la individualización de la enseñanza porque no disponemos de un currículum predeterminado, sino que cada uno ha de construirse su propio currículum. En una ocasión, Clara, una de las niñas que nos acompañan en este viaje, realizó una certera y precisa definición de lo que es este proyecto, hablando con una niña que acudía a una escuela convencional y que le preguntaba si ella ya asistía a “cursos”. Clara le contestó: “Donde yo voy no hay cursos, nos pasamos el día jugando y cuando queremos aprender algo, lo preguntamos.” Y es que una de las funciones de los adultos que participan en este `proyecto educativo es la de ayudar a estructurar los medios necesarios para desarrollar los intereses, los deseos de aprendizaje de los estudiantes. Aquí no damos nada por supuesto. Lo que es importante para uno puede no serlo para otro, lo intelectual no es más importante que lo manual o lo artístico. No hay actividades obligadas, aunque si acuerdas con otros una actividad, una clase, un taller, debes cumplir con ese compromiso. No hay libertad sin responsabilidad y viceversa. De esta visión del aprendizaje o del desarrollo -si se quiere utilizar un término más amplio, y quizá más apropiado-; de esta visión, se deriva que no tiene sentido la evaluación, ni los juicios de valor. La educación, tal como se concibe en esta cultura occidental, está basada en la idea de que es posible conocer lo que el otro sabe y en la idea de juzgar si el otro está ajustándose al modelo predeterminado, al estándar de conocimiento. En este último aspecto, promovemos la biodiversidad de intereses y modelos de persona; no juzgamos que esta actividad sea mejor que aquella ni que un interés sea más adecuado que otro. En este ambiente educativo –como resultará obvio- no tiene sentido evaluación de ningún tipo. ¿Quién a va evaluar a quién si todos, mayores y menores, estamos en proceso de aprender? ¿Quién va a juzgar a quién si es uno mismo quién se decide sus propias metas, su propio camino?

Una derivación de todo esto y que puede ayudar a hacerse una idea de cómo es y cómo funciona nuestro ambiente educativo es que procuramos que el entorno sea lo más doméstico posible. Objetamos la arquitectura institucionalizada; así, no hay espacios para edades diferentes sino que hay libre acceso a todos los espacios en todo momento, aunque cuando se organizan clases o talleres se reservan espacios y tiempos privados para que el grupo de personas que desean desarrollar ese interés puedan hacerlo sin interrupciones ni molestias o de establecen reglas de uso de espacios y materiales. Este estar todos juntos sin segregaciones por motivos de edad hace que el ambiente se parezca más a un entorno social cualquiera que a una escuela; esta mezcla de edades es parte insustituible de la atmósfera que caracteriza nuestro ambiente educativo. La impresión que se produce es la de un permanente recreo. Tan es así, que con frecuencia, al finalizar la jornada, los niños quieren quedarse más tiempo y muchos logran acuerdos con los padres de otros compañeros y continúan juntos yéndose a dormir a casa de los amigos. Allí, el aprendizaje, el desarrollo, el juego, la conversación, las interacciones con otras redes de relaciones continúan sin cesar.

Autogobierno

La tercera idea central al proyecto es el respeto a los demás. Toda esta libertad no es ilimitada, no es infinita. Los limites están en la convivencia, en el grupo social, en la seguridad de todos. En definitiva, en el concepto/corazón de este organismo vivo que es el grupo social. Este concepto/corazón que es el respeto (mutuo). En otras ocasiones definimos nuestro ambiente como un lugar en el que una de las tareas más decisiva y ardua es la definición cotidiana de lo que significa el respeto. Este proyecto educativo está sustentando por la Asociación de Familias para el Desarrollo del Autodidactismo, de la que forman parte todas las madres, padres, hijas, hijos, trabajadores. La Asamblea General de esta Asociación aprueba anualmente un presupuesto de ingresos y gastos que gestiona cotidianamente otro órgano de decisión, la Asamblea Escolar, formada por los niños y jóvenes y los adultos que convivimos con ellos cotidianamente. Este foro se reúne semanalmente y gestiona el día a día del ambiente: las reglas y límites (que no son pocos); gestiona actividades, aprueba gastos, peticiones de material, es el órgano último de mediación en los conflictos. Un dato relevante es que todos los miembros de la Asamblea Escolar tienen voz y voto –todos, Independientemente de la edad-; aquí es donde todos juntos buscamos soluciones a nuestros problemas, donde decidimos en qué invertir nuestra austera economía, a qué actividades dedicar éste o aquel espacio; aquí aprendemos a convivir, a vivir con otros de otro sexo, de otras edades, de otras culturas, desde el más absoluto respeto a los derechos de los demás, incluidos los de los adultos (conviene no olvidarlo) puesto que el respeto o es respeto mutuo o no es respeto.

La cruda realidad

Lograr mantener vivo este sueño cada día no es, como se podrá comprender, sencillo. En realidad significa un grado de compromiso personal y familiar muy alto por parte de las personas que nos hemos implicado en ello. En realidad, no es nuestro trabajo, sino que es algo que forma parte de nuestras vidas. Para nosotros no hay diferencia entre vida personal y trabajo. Todo es vida. Todo es uno. Todo está interconectado (y esta idea es aplicable también a nuestra visión del pensamiento, del conocimiento, del aprendizaje, ¡de la vida!)

Los obstáculos no son pocos. El marco legislativo español es sumamente restrictivo y nuestro proyecto, al igual que otros, tal como está definido, no puede llamarse legalmente escuela o colegio, con las dificultades de comunicación y, por tanto, de crecimiento, que eso conlleva en nuestro entorno más inmediato. Por otra parte, todo el proyecto de desarrollo del espacio en el terreno es sumamente lento y burocrático, pero nuestra determinación y nuestra propia capacidad para aprender de los propios errores nos permiten avanzar día a día. A este proyecto arquitectónico que pretende ser respetuoso con el entorno se le exigen todos los avales y permisos habidos y por haber, mientras que el negocio especulativo de la construcción turística indiscriminada tiene todas las bendiciones y facilidades de los poderes públicos. En otro frente, hay una escasa conciencia de personas que pongan en cuestión el modelo de escuela convencional; la izquierda, que podría pensarse que es un entorno afín a este proyecto de educación liberadora, se instala en el debate público/privado y se olvida de la propia función y definición de la escuela en sí, un lugar en el que desde que uno entra por la mañana hasta que sale por la tarde, desde que ingresa a los tres años hasta que se gradúa los dieciocho, se le está diciendo casi constantemente qué tiene que hacer, qué es lo importante, qué lo accesorio, qué aprender, cuándo, cómo y en qué orden aprenderlo; un lugar en el que uno está sometido de forma perenne al juicio de los técnicos y expertos que saben lo que a uno le conviene.

Buscando un ideal en el que encontrar una forma de relación con los hijos más respetuosa de la que nosotros mismos tuvimos, se nos acercan familias que demuestran la confusión en que se hallan sumidas. Y como consecuencia de su confusión –y quizá también de no encontrarse a sí mismos- confunden respeto con sometimiento y se encuentran -sin saberlo ellos mismos- en el otro extremo del proceso pendular, consintiendo hasta lo indecible y sometiéndose a los pequeños tiranos que están criando.

Este es un proyecto que nace desde una raíz familiar, muy apegado a la vida, asumiendo nuestra responsabilidad familiar como padres en la educación de los hijos, de la misma manera que asumimos en su momento nuestra responsabilidad en el nacimiento de los mismos, asumiendo toda la responsabilidad educativa que el marco legal nos permite como padres (la Constitución Española y la Declaración Universal de los Derechos del Niño dejan bien claro su alcance) y delegando esta responsabilidad en ellos mismos. En el proceso de definición del proyecto hemos sufrido crisis, alguna muy profunda, por divergencias en la visión educativa, divergencias que han concluido en abandonos del proyecto por parte de familias que en su inmensa mayoría “sabían lo que no querían, pero no sabían lo que querían” y que, encontrándose con algo diferente de la educación convencional, pues a ese carro se apuntaron para darse cuenta -al poco de iniciar el viaje- de que tomaron un tren que se dirigía a un destino diferente del que imaginaron. Así que, finalmente, se decidió unánimemente que el proyecto educativo –que supone que los padres deleguen en sus propios hijos una parte muy importante del poder que la legalidad les concede- sólo podrá ser modificado por unanimidad de todos los miembros de la Asociación.

En realidad éste es un viaje en el que no podemos acarrear certezas. Somos muy humildes a este respecto. Sabemos muy poco. Pero aprendemos todos los días. Escuchamos a los niños. Los vemos crecer, madurar, florecer. Sentimos su seguridad, su aplomo, su desarrollo, su integridad emocional, su sensibilidad, su capacidad para sobreponerse a las dificultades, su flexibilidad y capacidad de adaptación… La convivencia con ese paisaje, con ese paisanaje, nos insufla nuevas energías y nos permite sentirnos aún vivos. Tal como afirmó Tolstoi (quién también fundó una escuela bastante atípica): “El único objeto real de la educación es dejar a un hombre en situación de formularse preguntas constantemente”.9 Pues en eso estamos.

Autodidacta, número 9, primavera 2004.

1 Greenberg, D., Por fin, libres. Educación Democrática en Sudbury Valley School, Alicante, 2003. Edición a cargo de Marién Fuentes y Javier Herrero.

2 Maturana, H. y Varela, F., El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, p. 25

3 Véase Capra, F., La conexiones ocultas. Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo, Anagrama, Barcelona, 2003, pp. 44- 50

4 Un buen ejemplo de esto es el famoso estudio de Davis en el que ofreciendo a tres niños comida variada y saludable de forma regular y sin emitir juicios sobre lo que cada uno comía o cómo lo hacía “todos comían diariamente con buena voluntad y excelente apetito (…) Ninguno de ellos era gordo: todos robustos, macizos, sanos, vigorosos, sin problemas de conducta. El estudio demostró que en las condiciones del experimento y con esos alimentos naturales los niños pueden seleccionar ellos mismos sus comidas y progresar sin la dirección dietética de los adultos.” Davis, C. M., Self-Selection of Diet by Newly Weaned Infants. Am J. Dis. Child., 1938, 36, 651-679, citado en Kanner, L., Psiquiatría infantil, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1982, pp. 480-481.

5 Koestler, A., En busca de lo absoluto, Ed. Kairós, Barcelona, 2a ed., 1998, pp.58-59

6 Hetch, Y., Pluralistic Learning as the Core of Democratic Education, Conferencia Inaugural delCongreso Internacional de Educación Democrática en 2002

7 John Holt, antiguo maestro, fue uno de los pioneros del movimiento de desescolarización en los E.U.A., el denominado “homeschooling”, que ya alcanza a más de dos millones de niños en E.U.A. y cientos en España.

8 Greenberg, D., Announcing a new school. A personal account of the beginnings of The Sudbury Valley School, SVSP, E.U.A., 1973, p. 166

9 Citado en Meighan, R. (comp.), The Freethinkers’ Guide to the Educational Universe. A Selection of Quotations on Education, Educational Heretics Press, Nottingham, 1994, p. 32

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