Dos recomendaciones y una reflexión…

… sobre sexualidad en la infancia hoy día.

Primera recomendación:
Independientemente de sus cualidades artísticas, e, incluso, de motivaciones políticas, creemos necesario contribuir a la toma de conciencia sobre el tráfico de niños para su explotación sexual y, posteriormente, en el mercado negro de venta de órganos; por lo que recomendamos ver y conocer esta película.

Aquí una reseña muy crítica.

Aquí una entrevista con el productor.

Segunda recomendación.
Una serie documental «Generación porno» que habla de cómo la pornografía se ha infiltrado en las vidas de los niños y jóvenes y qué podemos hacer al respecto.

Y a continuación una extracto de una reflexión de Bea, colega y amiga, sobre algunos de los actuales programas de educación sexual en las escuelas:

«… podemos comprender que los niños a lo largo de la infancia y la niñez están construyendo su identidad y descubriendo qué significa ser niño y ser niña. Para Alicia, “ser niña” puede significar llevar faldas, vestir de rosa y tener una mochila con estrellitas. Para Alba puede ser tener vulva, y hacer gimnasia rítmica. Una madre me contó como su hija pequeña, después de haber pasado el día en el campo y ver cómo su amiguito hacía pis, le dijo: “mamá el próximo día que vayamos al campo quiero llevar una manguera como la de Leo, la quiero para hacer pis, que así no me mojo las braguitas”. Es a través de muchas experiencias que los niños van a adquirir su identidad.

Por todo lo expuesto, preguntar a los niños si se sienten niños o niñas, y dar por sentado que es algo que pueden elegir, es decir, que independientemente de los órganos sexuales que tengan pueden decidir si quieren ser niños o niñas, es una actuación educativa que les confunde y lejos de facilitar, dificulta la construcción de la propia identidad.  

Si además se pide al profesorado que cuando vea que un menor no se siente identificado con su sexo biológico porque tiene comportamientos que así lo demuestran, avise a la dirección del centro y se haga un seguimiento, estamos entrando en lo que se llama el efecto Pigmalión. ¿Qué es el efecto Pigmalión? Rosenthal en 1968, realizó un experimento en un colegio, informó a los profesores de que habían pasado unas pruebas a su alumnado y les dieron la lista del 20% con mayores capacidades intelectuales. Al finalizar el curso, aquellos que habían sido considerados mejores tuvieron un rendimiento mayor. La cuestión estaba en que la prueba que evaluaba la capacidad intelectual de los alumnos nunca se realizó.

¿Qué sucedió entonces para que unos chicos señalados al azar como los “mejores” llegaran a convertirse en ello? La respuesta la encontramos en que los profesores se crearon unas expectativas en relación con sus alumnos y actuaron sin darse cuenta para que éstas se cumplieran.

Pero ¿a qué nos estamos refiriendo con “comportamientos que demuestren que un niño no se identifica con su sexo”? ¿a que un niño dice que quiere ser niña para que la dejen jugar?  ¿Y si a un niño le gusta ponerse el traje de bailarina o de gitana? ¿Entonces vamos a decir que es una niña? ¿le vamos a preguntar si se siente una niña?  ¿Y si una niña le encanta el fútbol y no le gusta la ropa típica de niña, vamos a decir que es un niño? ¿Y le vamos a preguntar si se siente niño?

Hasta ahora, que una niña jugara al fútbol y un niño fuera bailarín era un ejemplo de que los niños y las niñas podían ampliar las posibilidades de su rol, y si estabas en contra te tachaban de sexista. Sin embargo, en este momento con la educación sexual integral, estos comportamientos podrían ser un indicio para que te digan que puedes cambiar de sexo. Todo ello envuelto y disfrazado en una supuesta libertad sexual.

Y qué pasa con los adolescentes, pues a ellos también se les están haciendo estas preguntas. Todos sabemos que, en la adolescencia, debido a los cambios tan grandes que se dan en el cuerpo, se produce un extrañamiento del propio cuerpo. Integrar y aceptar nuestro nuevo cuerpo puede llevar años. Que, en este momento tan delicado, los adultos empiecen a hacernos preguntas sobre si nos gusta o no el sexo biológico al que pertenecemos es poco menos que echar gasolina al fuego. Si estos chavales, además de estar pasando la crisis típica y sana de la adolescencia, pasan por algún otro problema (¡y quién no los tiene!) es muy fácil que centren todo su malestar en que no se identifican con su cuerpo. Si encima esto se vende como “libertad sexual” y como un acto de rebeldía ¿quién no quiere ser libre? Cuando quieren que adoptemos un comportamiento nos lo venden como un acto de libertad.

Tengo una amiga británica que venía con frecuencia por nuestra casa, tenía dos hijas. Los padres se separaron y la separación estuvo llena de dificultades. La pequeña debió sufrir mucho pues empezó a no estudiar, a autolesionarse, sufrió anorexia y bulimia, tuvo varios intentos de suicidio. Cuando la madre podía pasar más tiempo con ella, la niña mejoraba, pero cuando la madre se iba a vivir a otro país sin su hija o empezaba una nueva relación, tenía otro hijo etc., la niña empeoraba. Cuando estaba en plena adolescencia, dijo que quería ser chico. Le pregunté a mi amiga si no pensaba que su hija estaba dando síntomas, desde hacía tiempo, de que no se quería a sí misma, de que había sufrido mucho con la separación de los padres y de que necesitaba ayuda psicológica. Su madre pensaba igual que yo, pero me contó que nadie la atendió, que pidió ayuda a diferentes organismos y todo lo que encontró fue una terapía afirmativa. A su hija la hormonaron, tiene nombre de chico. La última vez que hablamos me dijo que su hijo quería dejar la hormonación.

Desde que la OMS ha declarado que la transexualidad no es una enfermedad, y la agenda 2030 está impulsando su despatologización, se está imponiendo el modelo afirmativo. Esto simplificando mucho significa que cuando, por ejemplo, una niña/chica dice que quiere ser chico, tienes que aceptarlo e iniciar la llamada transición. Si dices que es pequeña y está jugando un rol, o que a lo mejor hay un problema detrás y que debería tener atención psicológica, te arriesgas a cometer un delito que está descrito en el artículo 17 de la nueva ley trans[2], puesto que podría interpretarse como que estás haciendo terapia de conversión.

El libro “Time to think. The Inside Story of the Collapse of the Tavistock´s Gender Service for Children” (Tiempo para pensar. La historia oculta que hizo colapsar El Servicio de Género para la Infancia de Tavistock) fue encargado a la doctora Hilary Cass y en él se describen los hechos y denuncias que llevaron al gobierno británico a decretar el cierre de la famosa clínica. La investigación revela que el 97,5% de los menores que querían cambiar de sexo padecían autismo, depresión u otros problemas que podrían explicar el rechazo a su cuerpo y/o su género, y que, de haberse tratado correctamente, habría evitado que muchos de ellos iniciaran un proceso irreversible. Uno de los trabajadores, asegura que, aunque es difícil de determinar, tan solo 1 de cada 50 menores tratados en la clínica habría seguido siendo transgénero de por vida si no hubiera iniciado el proceso de hormonación.

Nael Condell, transexual desde hace más de 17 años, asegura[3]en una entrevista que el proceso es irreversible, ya que hay cambios que no se pueden restablecer. Nael dice que lejos de ser libre, te hacen dependiente de por vida.

Luisa González, vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid, asegura [4] que las transiciones en edad adulta se hacen mayoritariamente por hombres, mientras que en menores de edad el 90% son niñas. También dice que la testosterona que se da a las chicas para transicionar a chico produce cáncer y cuatriplica las enfermedades cardiovasculares… y que lejos de solucionar el problema, en muchos casos lo agrava; de hecho, uno de cada cuatro casos de cambio de sexo se suicida. Nael Condell, asegura que, si este tratamiento se inicia antes de acabar el desarrollo sexual, ocasiona además de la atrofia de los genitales, debilidad en los huesos, e inhibe el desarrollo del cerebro.

En la primera parte, de este artículo, he expuesto cómo se construye la identidad sexual en los niños y niñas y cómo el preguntarles e implementar el modelo afirmativo no es adecuado. En la segunda parte, he recogido datos, testimonios y opiniones que han surgido a raíz del modelo afirmativo.  Me parece muy valioso aprender de la experiencia de los países que han seguido, desde hace más de una década, el modelo afirmativo y que debido a las denuncias, han tenido que dar marcha atrás, como es el caso de Reino Unido, Canadá o Suecia[5].

Por todo lo expuesto, no puedo estar de acuerdo con la nueva legislación trans, ni con la educación sexual integral, especialmente cuando puede inducir a la confusión en la infancia y en la adolescencia; cuando acelera los procesos de toma de decisiones, prohíbe los procesos de evaluación, dejando desprotegidos a niños y adolescentes frente a lo que pueden ser daños irreversibles.»

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