Un santuario es un lugar sagrado.
Un lugar sagrado es aquel «que, por privilegio, podía servir como refugio a los perseguidos por la justicia.”
De alguna manera, ojo de agua ha sido desde el inicio un santuario, un refugio. En ocasiones, para familias que eran conscientes de la violencia pedagógica que se ejercía en las escuelas (no distinta de la violencia obstétrica que se ha estado ejerciendo -y aún se ejerce mayoritariamente- sobre las mujeres parturientas, pero que, a diferencia de la escolar, ya está sobre la mesa del debate público).
Cuando más arriba nos referimos a la violencia pedagógica, no nos referimos tanto al desempeño de maestros y profesoras y su relación con los alumnos, sino más bien a la superestructura que determina esas relaciones.
El contexto es parte muy importante del significado. Un ejemplo:

Todos vemos que la figura humana es de un color mucho más oscuro que la figura del roedor, ¿verdad? Sin embargo, las dos figuras estás dibujadas con exactamente ¡el mismo tono de gris! La diferencia estriba en algo que no pertenece a ninguna de las dos figuras: el fondo degradado que las rodea. Es el contraste entre el fondo y la figura el que hace que nuestro cerebro nos engañe y nos parezca que una figura es más oscura que la otra.
Al igual que el fondo determina nuestra percepción del color de la figura, el contexto que rodea a profesores, alumnos, madres y padres determina en gran medida las relaciones que se pueden establecer en un contexto educativo en el que todo viene regulado, determinado y predefinido.
Por ejemplo, desde quién tiene que estar con quién pasando por qué y cuándo debe hacer y/o aprender cada uno (no tanto en función de sus intereses como en función de su edad cronológica) y llegando a quién y cómo decide y valora la ejecución de un/a estudiante.
Estas características estructurales determinan definitivamente las relaciones entre los diversos grupos de actores en ese particular conjunto social que es un centro educativo
- Agrupar personas con un criterio exclusivamente de edad cronológico permite fomentar la comparación (“el germen de la violencia” en palabras de Khrisnamurti) y la competitividad (que no competencia) entre alumnos.
- Recibir información que no está alineada con los intereses, limita significativamente la capacidad de atención y, por tanto, la capacidad para aprender.
- Respecto a la evaluación, es más una ficción que otra cosa: imposible determinar objetivamente la ejecución o el logro de una persona. Reducir la complejidad de un ser humano a una categoría dentro de una escala o a un simple número es un acto necesaria e inevitablemente fallido.
En nuestra experiencia, permitir que las personas se agrupen espontáneamente según sus intereses independientemente de la edad , incrementa la atención, fomenta la cooperación, limita la competitividad y disminuye radicalmente la conflictividad.
Desde el inicio nos declaramos incompetentes para poder afirmar algo sobre el proceso de aprendizaje de otra persona distinta de uno mismo, renunciamos a categorizar a las personas o a escribir informes sobre ellas. Todo ello porque éramos conscientes de que intentar reducir la complejidad de un ser humano a una categoría, un número, un puñado de frases en un papel es algo tremendamente limitador.
Personas que han vivido la experiencia de ojo de agua y la de centros educativos convencionales, perciben diferencias significativas en lo que a la calidad de las relaciones se refiere. “Allí”, nos decía una persona, “los alumnos no respetan a los profesores: se burlan de ellos, les molestan, les insultan…” Otra persona nos comentaba que “las relaciones allí, incluso entre estudiantes, en general no son verdaderas, auténticas, de corazón”.
La violencia pedagógica, por fortuna ha remitido mucho en las últimas generaciones; aunque aún persiste y no -precisamente- en escasa medida.
Afortunadamente, aún hay madres y padres que están determinados a evitarles a sus hijos dicha violencia (separación traumática, presiones académicas excesivas, ausencia de vínculo emocional, relaciones burocráticas y sin respeto, exigencia de resultados, presionados, estrés,…) Si bien, mucho de todo esto está cambiando, aún -a día de hoy- persisten la inmensa mayoría de estas características, independientemente de la titularidad -pública o privada- del centro.
La estructura escolar está afectada por una variedad de incongruencias y doblemensajes (mensajes en los que lo que se dice es una oda y lo que se hace, otra).
Tenemos grabado a fuego, cual dogma, la bondad y utilidad de la institución escolar. Pero el propio sistema escolar, debido a su diseño estructural, mina la alegría de vivir, lamina el pensamiento crítico, prioriza la productividad y la obediencia, enseña quién ostenta el poder y quién no, asfixia la libertad personal, neutraliza los intereses, mata la creatividad y produce deshumanización al burocratizar las relaciones humanas. Creemos que las cosas deben continuar siendo así porque no conocemos otra manera de hacerlas.
En muchos casos, familias que se acercaban a ojo de agua pretendían paliar los efectos adversos (trastornos fisiológicos, psicológicos o pedagógicos) efectos iatrogénicos producidos por la institución escolar. Niños y niñas cuya respuesta a la institución escolar era -y es- la enfermedad. Para todas ellas y ellos ojo de agua resultó ser un santuario.
El pluralismo estructural en la educación haría mucho bien a nuestra sociedad y a los niños de hoy que serán los adultos de mañana. Pero este pluralismo estructural quizá sea indeseable para el poder.
¿Qué piensan los usuarios de esta institución? ¿Les agrada? ¿Les satisface? ¿Qué responden los estudiantes cuando una persona con la que tienen confianza y a la no temen al preguntarles su opinión sobre la institución escolar? Quizá deberíamos escuchar su voz.
Os recordamos que tenemos disponibilidad para acompañar a familias y profesionales de la educación mediante asesorías pedagógicas, así como mentorías con jóvenes orientadas a desarrollo de su potencial personal.