Si nos adentrarnos en modelos de relación basados en el respeto nos encontramos explorando territorio desconocido.

Al cuestionar los modos autoritarios clásicos de relación con niños y jóvenes donde el poder y la verdad están claramente ubicados, es imprescindible re-definir los límites en una relación que aspira a encontrar el equilibrio entre la imperiosa necesidad de satisfacción de las necesidades auténticas del bebé, la hija o el joven; así como también las necesidades auténticas del o de los adultos que los acompañan. Todo ello permeado por un contexto personal, local o social que impone sus propias restricciones a los delicados equilibrios de dicha relación.
Un paréntesis aquí. En nuestra experiencia el factor fundamental para una “buena” educación es una “buena” relación, esto es, una relación amorosa, honesta, auténtica y verdadera. Cuestión diferente es qué se requiere para una “buena” escolarización, pero esto es harina de otro costal.
La exploración de los límites en una relación de respeto requiere:
- Cierta capacidad por parte del adulto para identificar y cuestionarse a sí mismo: sus principios, sus motivos, sus patrones inconscientes, sus automatismos, su análisis de la situación.
- Cierto descentramiento y apertura a descubrir lo que el otro (en este caso, el bebé, la niña o el joven) demanda y necesita.
- Una actitud de aprendizaje, apertura y escucha a las necesidades del otro.
- Cierto/s criterios definidos que sirvan de guía para identificar los puntos de equilibrio.
- Cuestionarse, cuestionarse y cuestionarse, pero en ningún momento culparse (fácil de decir, costoso de ejecutar, pero imprescindible para avanzar).
Nuestro criterio: por ejemplo, ante una demanda de un bebé, niña o joven, si las condiciones contextuales lo permiten, la necesidad manifestada no viola nuestra coherencia interior y no perjudica a terceros, la aceptamos. Incluso si vemos claro que las consecuencia de dicha decisión pueden ser perjudiciales para él o ella misma. Esta última afirmación pretende favorecer el aprendizaje de la toma de decisiones responsables, pero -a su vez- también tiene límites: por ejemplo, jamás permitiríamos una decisión de un menor que, a nuestro juicio, pusiera gravemente su salud o su integridad física.
Y aquí es donde entra el concepto de lógica difusa. La lógica difusa es una lógica que no es clara, que es borrosa y, por tanto, difícilmente definible con precisión. La lógica difusa es la lógica de la vida, es la lógica de la naturaleza. A diferencia de la lógica clásica o binaria en la que una proposición es cierta o falsa, la lógica difusa permite grados de verdad entre ambas posiciones absolutas.
Los límites en la naturaleza son difusos, nunca están claramente definidos y, además, son dinámicos: ¿dónde empieza el mar y acaba la playa?, ¿dónde empiézanos el espacio y acaba la atmósfera terrestre?, ¿cuándo empieza el día y acaba la noche?, ¿cuándo empieza la juventud y acaba la niñez?…
Así, nos encontramos con que definimos un límite que, a su vez, tiene límites y, en un nivel mayor de complejidad, todos estos límites están condicionados por la singularidad de cada adulto (lo que para ti no es tolerable, puede serlo para mí) y por el contexto social (lo que en un contexto puede ser apropiado, puede no serlo en otro) y, además, a esta última capa podemos añadir una nueva definida por la interacción entre el contexto social y la persona individual.
Encontramos, por tanto, una multitud de capas que van superponiéndose unas a otras, en la mayoría de las ocasiones de manera inconsciente. Esto mismo es lo que hace que podamos hablar y ponernos de acuerdo en cuanto a los límites a través de principios generales, pero al descender a las situaciones concretas comiencen los matices.
Ser conscientes de ello, nos ayuda de relativizar en muchas ocasiones y, lo más importante, nos ayuda a revisar nuestras principios, nuestras convicciones y decisiones. Y, como consecuencia, nos facilita alcanzar puntos de equilibrio que, siempre, son imperfectos, mejorables y cambian con el tiempo.
Cambian las circunstancias y cambian los límites. Cambio yo y cambian los límites. Cambia el otro y cambian los límites.
Y cuando decimos límite, decimos el punto de equilibrio que definimos en nuestras relaciones con otra/s persona/s y que es aceptado, generalmente, de común acuerdo.
Os recordamos que tenemos disponibilidad para acompañar a familias y profesionales de la educación mediante asesorías pedagógicas, así como mentorías con jóvenes orientadas a desarrollo de su potencial personal.