Vivir en un círculo virtuoso

¿Es posible vivir en un círculo virtuoso? ¿Vivir de una manera en la que no solo satisfagamos nuestras necesidades (que no ambiciones) permitiendo que, al mismo tiempo, otras especies satisfagan las suyas también?

La respuesta -rotundamente- es sí.

En  varios niveles, estamos comprometidos en explorar esa forma de vida.

Y nos gustaría compartir un pequeño ejemplo.

Hace catorce años, al diseñar ojo de agua, nos dimos cuenta de que sería necesario contar con un lugar para refrescarse si queríamos desarrollar actividades durante los periodos en los que ojo de agua no funcionaba; especialmente durante el verano.

En los inicios, las cuotas que ingresábamos, no podían cubrir los gastos fijos de la actividad. Nuestra decisión fue construir un estanque de baño, una piscina naturalizada: con movimiento constante del agua, que no requiere biocidas para mantener el agua en condiciones saludables; un estanque de baño en la que las plantas de ribera depuran el agua y que mantienen el agua limpia, pero -sobre todo- viva.

Arriesgamos. Y confiamos en que ese nuevo concepto de estanque de baño funcionaría. Y no nos equivocamos. Al poco, no sabemos muy bien cómo, comenzaron a llegar ranas. Luego, patinadores de agua. Y más ranas. Más tarde, libélulas. Y más ranas. Después, murciélagos. Y más ranas. Al cabo de unos pocos años, vimos en los alrededores del estanque, por primera vez, durante el verano, un esquiva y asustadiza garza que, después, año tras año, ha seguido visitándonos (sin que sepamos a día de hoy si se trata del mismo ejemplar).

Es insólito ver una garceta (Egretta garcetta) en terrenos de secano. En su momento, dedujimos que provenía del humedal de la Marjal de Oliva-Pego, a pocas decenas de kilómetros de nuestra ubicación y que se acercó porque había alimento. Las ranas había proliferado tanto que la naturaleza cumplió su dogma: cuando hay hay mucho de algo, llama al depredador. Y así, nos visitó la garza. Pero nunca pudimos fotografiarla porque se escabullía con inusitada rapidez en cuanto nos acercábamos, aunque fuera sigilosamente.

Años después, nos pareció ver un Martín Pescador (Alcedo atthis) revoloteando sobre el agua del estanque, pero no lo vimos claro, pues fue un avistamiento de apenas unos segundos. Su plumaje azul metálico nos hacía albergar esperanzas.

La semana pasada encontramos un cadáver.

Y así, pudimos confirmar que hasta las inmediaciones de ojo de agua ha llegado una hembra de Martín Pescador.

Como se ve en la foto, la realidad es más prosaica que las perfectas fotos que podemos encontrar en internet. Aún así, este ejemplar muerto, nos alegra porque es la prueba de que a los de su especie les gusta vivir cerca de donde nosotros vivimos. Y nos muestra que la decisión que tomamos en su momento fue adecuada: no solo pudimos -a través de los años- desarrollar colonias eco-científicas durante los veranos o actividades de turismo rural que nos permitieron sacar a delante ojo de agua como necesitábamos, sino que, como un efecto secundario (esta vez no adverso, sino favorable) de esta decisión, la población de aves se ha multiplicado a lo largo de los años gracias a una lámina de agua limpia, pero, sobre todo, como decíamos antes, agua viva. A lo largo de los últimos catorce años, no solo se ha incrementado la población de aves, sino que nuevas especies, especies que suelen vivir en humedales, se acercan a vivir en nuestras proximidades.

De esa experiencia aprendimos y, tiempo después, decidimos diseñar un aljibe a cielo abierto para compartir el excedente de agua que recogemos en una de las cubiertas cuando uno de nuestros aljibes subterráneo ya está lleno y, así, compartir ese agua con nuestros vecinos.

Al principio, sólo queríamos un sitio para refrescarnos en verano, pero pensamos en que esa intervención tuviera en cuenta las necesidades de otros seres vivos que conviven con nosotros, conscientes de que el lugar que ocupamos en la Tierra, lo compartimos con otras especies del reino animal, del vegetal, incluso con hongos, algas y bacterias. Y con esa idea, planeamos un estanque que nos permitiera refrescarnos en verano, pero también que proporcionara agua para beber a otros animales. La inteligencia natural del ecosistema hizo el resto. Ahora, incluso las abejas se establecen en los alrededores con facilidad. Pero esa es otra historia.

Hoy, limitémonos a compartir alegría y satisfacción por el descubrimiento de nuestro nuevo vecino: el Martín Pescador.

Aquí le podéis ver en acción.

Compartir una pequeña alegría es tiempos de oscuridad es una gran cosa.

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