Punto ciego

Nuestros ojos tienen un punto ciego.

Pero no sabemos que tenemos un punto ciego porque:

  1. el otro lo ojo lo compensa (y viceversa) y
  2. porque el cerebro completa la imagen que falta.

Tu punto ciego tiene un valor simbólico (también el mío).

No puedes ver tu verdadero rostro si no tienes un espejo.

Los hijos, especialmente, son -en gran medida- un reflejo de sus progenitores (también los tuyos).

Y tus hijos reflejan, con frecuencia tus actos, tus gestos, tus actitudes y tus expresiones.

Así que, por ejemplo:

  • Si tu hija desprecia, observa, si tú desprecias.
  • Si tu hijo ordena y manda, observa si tú ordenas y mandas.
  • Si tu hija conversa gritando, observa si tú conversas gritando.
  • Si tu hijo oculta la verdad, observa si tú ocultas la verdad.
  • Si tu hija juzga y compara, observa si tú juzgas y comparas.
  • Si tu hija, comparte, observa si tú compartes.
  • Si tu hijo perdona, observa si tú perdonas.
  • Si tu hija escucha, observa si tu escuchas.
  • Si tu hijo es amable, observa si tu eres amable.
  • Si tu hija sonríe, observa si tú sonríes.

Es muy fácil, pero… a la vez muy difícil. 

Porque no se trata solo de observar, eso es sólo el primer paso. Luego, hay que reconocer y, finalmente, cambiar lo que corresponde.

“Lo terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida.” (S. Rodríguez)

Si así lo decides, la vida puede ser ese sendero cuyo paisaje te da pistas para aprender a ser mejor persona.

Y tus hijos te lo agradecerán.

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