El sistema educativo de una sociedad es un reflejo de su modelo de conocimiento.
La modernidad deshizo la identificación entre la religión y el estado. La alianza entre la verdad religiosa absoluta ligada al monopolio violento del estado alumbró instituciones como la inquisición.
El filósofo Paul Feyerabend proponía ir un paso más allá para perfeccionar una sociedad libre: la separación entre la ciencia y el estado. Si la ciencia se vuelve dogmática resulta otra verdad absoluta. Esta vez, otro tipo de religión -en este caso, la cientificista- se liga al mismo monopolio violento y, como ha pasado recientemente, la libertad se desmorona como frágil porcelana.
Se ha sacralizado “la verdad cientifista” como sinónimo de “verdad absoluta”: si lo dice “la ciencia”, entonces, «es verdad.” Magnífica herramienta para el uso indiscriminado del poder.
Pero la verdad es inalcanzable. La ciencia no es una. La verdad no es sino el consenso de los expertos, algo que está lejos de esa ideal verdad objetiva. Pues siempre hay aspectos que el consenso deja fuera y, por tanto, es una mera aproximación a la verdad. Como dice Juan Arnau, para decidir la fecha del nacimiento de Buda se organiza un congreso con expertos de diversas tendencias. Finalmente, se determina que nació en el siglo VI a.C. por una diferencia de 1 voto. Pero si ese día un par de congresistas que votaron a favor no hubieran podido acudir a la sesión de votación al estar indispuestos por, supongamos, una diarrea, el consenso sobre el siglo de nacimiento de Buda sería otro y se publicaría en los libros (también los de texto), en las enciclopedias, en los “papers” y consolidándose así, como “verdad.” Qué fragilidad la del consenso de los expertos.
Por otra parte, no existe “la ciencia”, más bien debemos hablar de “las ciencias”. Es más, incluso dentro de cada una de las ciencias hay diversas posiciones, líneas de pensamiento, enfoques… En definitiva, diversas verdades aproximativas.
Más aún, incluso la ciencia, su acercamiento a “la verdad” (si es que hay algo que pueda definirse como tal) es muy limitado.
El contraste de hipótesis y pruebas nos acerca más al gran puzzle de la realidad. Aunque no debemos olvidar que disponemos tan pocas piezas que es casi imposible dar por buena una sola versión que describa la realidad.
Descartar otras vías de conocimiento es un error.
Al poder le interesa que creamos que hay una única verdad. Porque entonces se puede aferrar a ella y utilizarla para sus propósitos totalitarios.
De ahí que sea tan importante transformar el paradigma educativo predominante; de modo que se incluyan distintas perspectivas, hipótesis, disciplinas, aún a riesgo de que algunas de ellas puedan considerarse “pura herejía”.
Nuestro trabajo es parte de este herético paradigma.