Vivir mola

Hace poco, cuando reflexionábamos sobre los inicios de ojo de agua, recordábamos que la pregunta que nos hacíamos era: ¿qué podríamos ofrecer a la infancia?

En los inicios, imaginamos un lugar en el que cada niño fuera dueño de sus propias decisiones y -al mismo tiempo- que tuviera la oportunidad de aprender qué es respetar al otro -pues solo el respeto si es mutuo es respeto y solo en la relación con el otro nos constituimos como seres auténticamente humanos. A lo anterior añadimos el estar consciente del mundo no humano alrededor, ese que nos sostiene y al que con tanta frecuencia ignoramos, cuando no desdeñamos.

Se trataba, imaginábamos, de ofrecer a los niños una experiencia de vida.

Soñamos un paraíso para los niños, como los que habíamos visto en Tumbaco, cuando en enero de 2000 visitamos “El Pesta” y Mauricio y Rebeca Wild resultaron una inspiración tan grande que impulsó nuestra decisión de iniciar esta aventura. 

Aprendimos que los paraísos podrían ser muy distintos cuando en Framingham, Massachussetts, caimos en la cuenta de que no había una única verdad, que los seres humanos pueden desarrollarse en libertad y responsabilidad en condiciones muy diferentes dependiendo del contexto geográfico, cultural, social… que, incluso, de familia a familia, puede haber grandes diferencias y, aún con esas diferencias, es posible contribuir a un desarrollo humano valioso. ¡Pura complementariedad!

Hicimos nuestro sueño realidad y, como todas las realidades, ésta también tenía sus limitaciones. El ideal flota en nuestra mente y al aterrizar en nuestras vidas, nos muestra muchas de sus irregularidades. La realidad nos ha enseñado que el factor más influyente en el desarrollo de un niño son las relaciones: las familiares, en primer lugar, y de sus iguales, más adelante.

Nos apropiamos de una idea de Mauricio Wild: “Si lo que haces cuaja con la vida, la vida te dará todo para que lo que hagas salga adelante. Pero te dará lo justo.” Y así fue. Hemos vivido regalos, coincidencias, sincronicidades y milagros que no se podrían explicar con el puro análisis racional reduccionista: que Iñaki Urkía nos obsequiase con el diseño del edificio, que un banco nos concediera condiciones de préstamos inusitadas; que unas funcionarias, inspectoras de la administración, se sintieran conmovidas por la experiencia que aquí estábamos desarrollando y nos apoyaran de un manera discreta e inesperada.

Después de vivir la experiencia de ojo de agua, hemos vuelto a creer en los milagros. Como cuando éramos niños.

Charles Eisenstein, uno de los filósofos que nos inspira, dice que «los milagros son hechos imposibles en una cosmovisión, que en otra cosmovisión son perfectamente posibles.”

Y un milagro fue nuestra discreta acción de protección de la salud física, mental y social de los niños y niñas durante lo más estricto de la reciente crisis político-sanitaria.

Este ha sido un proceso, explicábamos a las familias recientemente, totalmente aprofesional, irracional (¿quién se embarcaría en una actividad que contara con tales barreras normativas?) Su fundamento ha estado en la intuición, el amor y la confianza en la vida. Sobre ese fundamento, nos pusimos a construir con planificación, esfuerzo y dedicación, alineando corazón, cabeza y manos, tal como nos enseñó nuestro maestro Satish Kumar.

Ha sido un cuarto de siglo de experimentar un nuevo paradigma en la educación en completa libertad, sin censuras ni limitaciones. Una libertad que hemos ejercido con plena responsabilidad; con nuestros aciertos y nuestros errores; pues como humanos que somos, la imperfección es inherente a nuestra naturaleza.

Siempre vimos ojo de agua como un organismo vivo. La construcción con materiales vivos y ecológicos como algo que se degradaría orgánicamente; el ciclo de la experiencia de los niños acabaría de manera singular para cada uno de ellos…

Lo vivo, por definición, es efímero. También la propia vida de ojo de agua acabaría en algún momento. Como con la muerte que nos espera a todos, no sabíamos ni cuándo, ni cómo, ni dónde. Lo único cierto es que llegaría.

De hecho, ese día -hoy- ya ha llegado.

Hemos decidido escuchar a nuestros cuerpos que nos hablan de agotamiento, estrés crónico y dolores y hemos decidido rebajar nuestro nivel de actividad parando a partir de hoy el ambiente educativo que tantas alegrías, satisfacciones, desafíos y propósito de vida nos ha ofrecido hasta ahora.

Vamos a seguir comprometidos con la educación y la infancia. Pero desde otro lugar. 

Uno de los aprendizajes más importantes de estas últimas décadas ha sido que el factor fundamental en nuestra cultura para el desarrollo de la infancia es el estilo de crianza y relación que los progenitores le ofrecen, así como el contexto de relaciones en los que se socializa. Por eso, nos parece que compartir la experiencia adquirida entre madres, padres y profesionales del mundo de la educación y la atención a la infancia puede ser una buena opción para seguir contribuyendo con nuestro pequeño grano de arena al bienestar de la humanidad.

Y así deseamos continuar desarrollando otra de las facetas que hemos estado realizando hasta la fecha, que es el compartir nuestras vivencias y experiencias, nuestra visión y nuestro modelo con otros adultos, madres, padres, así como profesionales de la educación y la salud a través de la divulgación, formaciones, seminarios, charlas, asesorías a proyectos y familias,… (Iremos informando).

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Mientras realizábamos algunas de estas reflexiones en voz alta sobre los orígenes de ojo de agua preparando un próximo encuentro con las familias en el que explicar sus fundamentos, uno de nosotros preguntó: “¿Cuál sería la sensación de un niño viviendo la experiencia de ojo de agua? ¿Con qué palabras lo expresaría?”

El otro respondió: “¡Vivir mola!”

Al final todo se podría reducir a que hemos proporcionado a unos cuantos cientos de niñas y niños durante estos años una profunda sensación de que vivir merece alegría.

Lo parece, pero no es poca cosa.

Ha sido un acto de amor.

Esa vivencia quedará en sus corazones.

P.D.: Ahora descansaremos unos días y luego volveremos a estar en contacto. Gracias. 

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