Un pequeño detalle

Lo primero, gracias a todas las personas que leéis nuestras reflexiones. Si bien, nuestras palabras nos sirven para aclararnos y sistematizar nuestro pensamiento en torno al campo de la educación, también son útiles para encontrar personas con las que sintonizar en ciertas maneras de ver el mundo, aunque solo sea en una parte. Y ello resulta verdaderamente reconfortante. Quizá por el hecho básico -pero, por eso mismo, fundamental- de no sentirse tan solos, de sentirse en compañía. Especialmente, si el motivo del acuerdo es el desacuerdo con la inmensa mayoría de la sociedad en la manera de enfocar ciertas actitudes, valores y prácticas en relación a la crianza y la educación de los hijos.

Así que quizá parte del valor de estos textos es que nos hacen sentirnos en compañía. Algo, sin duda, por lo que estamos agradecidos. Nos sabemos acompañados. Motivo de celebración.

Agradecer de verdad, de corazón es, quizá, una de las prácticas más transformadoras. Significa que te das cuenta de lo verdaderamente valioso que hay en tu vida.  A pesar de que hay algunas vidas que están marcadas por la penuria y el dolor, nos atreveríamos a decir que en la inmensa mayoría de las vidas hay algo -aunque ciertamente no todo- por lo que estar agradecidos.

En nuestro caso, nos sentimos muy agradecidos por las circunstancias que nos permitieron crear un lugar en el que los niños, niñas y jóvenes, pudieran vivir su etapa de “escolarización obligatoria” (y más allá) acudiendo por ¡voluntad propia! Los lunes no significaban ni para ellos ni para nosotros pereza, apatía, desgana, depresión (lo que no quita para que, en ocasiones, hubiera conflicto, enfado y demás). 

También nos sentíamos muy agradecidos cuando una nueva familia se acercaba para compartir esa delicada tarea que es acompañar el desarrollo de un hijo o una hija porque la mamá o el papá eran capaces de ver cierto “valor vital” en la propuesta educativa que ofrecíamos a contracorriente de los dogmas de la sociedad en general. Imagina que creas un lugar en el que, por principio y de forma genérica, no se fuerza la voluntad de los niños en un entorno social en el que lo normal (y aquí “normal” significa que prácticamente todo el mundo lo hace) es forzarla. ¡Como para no estar agradecidos a cada familia que decide que participar de ello!

Nos sentíamos muy agradecidos cuando veíamos que el niño o la niña aparecía por la mañana con el deseo de compartir su tiempo con las personas que allí estábamos. Esto parece una nimiedad, pero es el inicio de todo. El origen marca, de alguna manera, el desarrollo posterior. Decidimos en los inicios que la educación que ofreciéramos no fuera fruto de la obligación y de la fuerza, sino del deseo y la voluntad. Por eso, nos sentíamos agradecidos cada mañana cuando decenas de chicos y chicas decidían que nuestra propuesta de educación les resultaba valiosa.

Paréntesis: toda regla tiene su excepción y, por ello, en algún caso,   tuvimos que ir más allá de la voluntad, pues ciertos aspectos inconscientes juegan su papel y tuvimos que aprender a bregar con ellos.

Cada día estamos más convencidos que la relación es una de las facetas importante (si no la más) en el proceso educativo: para optimizar el aprendizaje, pero también, por ejemplo, para mejorar la propia autoestima y el cociente de inteligencia social, si es que eso existe.

Recientemente, en una conversación hablábamos sobre la importancia de la alegría en la educación. Pero no una alegría impostada, falsa, de cartón piedra, comercial, sino una alegría auténtica, de  corazón, visceral. ¿Hay mucha alegría en las “relaciones escolares” hoy día? ¿La hubo en algún momento de la historia de esa institucion?¿Es la escuela un lugar que promueve la alegría?

El agradecimiento no es distinto. En nuestra experiencia, vivir agradecidos la experiencia de ojo de agua contribuía a diseminar el agradecimiento. Mostrar agradecimiento multiplicaba el agradecimiento. En las reuniones con las familias, en los talleres o en las asambleas el agradecimiento mutuo era la norma. Sabedores del privilegio de vivir una experiencia “única” como padres, acompañantes o participantes, el agradecimiento se regalaba por doquier.

Quizá la imagen más descriptiva de esta atmósfera de agradecimiento se producía (no en el cien por cien de los casos, ni en el cien por cien de las personas) al final de un taller o una actividad. Después de haber compartido sobre un tema o haber realizado una actividad, teníamos la costumbre (y no por acostumbrada, menos auténtica) de dar las gracias de una manera muy consciente a las personas que habían participado. Si las personas deciden seguir acudiendo a las sesiones de tu taller o actividad cuando tienen las posibilidad de abandonarla con facilidad y sin presión, el hecho de continuar significa que aprecian lo que estás aportando. Lo cual es, sin duda, digno de agradecimiento. Así que las últimas palabras eran algo así como “Muchas gracias. Hasta la próxima sesión”. Y con no poca frecuencia esas palabras de agradecimiento salían en primera instancia de los chicos y, en mayor medida, de las chicas.

Para nosotros ese pequeño detalle era un hecho diferencial en la cultura organizacional que estábamos creando. Queríamos un lugar en el que sentirse agradecido de vivir. 

¿Percibes agradecimiento en el lugar al que acuden tus hijos?

¿Te sientes agradecido por la experiencia que reciben?

¿Te sientes agradecida acompañando a niños y/o jóvenes?

¿Se sienten agradecidos tus hijos por la experiencia que están viviendo.

¿Se “respira” agradecimiento en las escuelas?

¿Se escucha con frecuencia decir “gracias” pero no de manera anodina o mecánica tras un impersonal intercambio de información, sino de manera verdadera, con contacto ocular directo y sostenido, con una sonrisa auténtica? 

Las respuestas a estas preguntas, quizá, podrían servir de indicador de la salud de la institución y de la calidad de la experiencia vital que aporta.

Diseminar auténtica gratitud no es complicado si somos conscientes de lo magnifico que hay en nuestra vida, en nuestro día a día. Tampoco sencillo si se desea ser verdaderamente honesto consigo mismo. Compartir gratitud significa sembrar bienestar alrededor.

Os recordamos que ofrecemos acompañamiento y asesoría organizacional y pedagógica tanto para equipos pedagógicos como para profesionales individuales, así como acompañamiento familiar y mentorías para jóvenes. Más información en: ojodeagua.ambiente.educativo@gmail.com

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