Incorporar el cultivo de un huerto como parte del proceso educativo es, sin lugar a dudas, un avance determinante en el proceso de reencuentro entre natura y cultura. No solo por su potencial sensorial, emocional, ecológico, científico, alimentario o de salud, entre otros; sino también por sus efectos terapéuticos.
Independientemente de su ubicación, cualquier iniciativa educativa (y no solo instructiva), desde una familia que educa en casa hasta el campus universitario más complejo, podría incluir entre sus propuestas educativas un huerto. La razón es sencilla: todos comemos.
Aprender a cultivar tu propia comida no solo te permite valorarla adecuadamente (distinguiendo, a diferencia del necio, valor y precio, según aconsejaba Antonio Machado), sino que, además, contribuye a la autonomía alimentaria; algo que, en nuestra opinión, no deberíamos dar por supuesto.
En realidad, este proceso ya está avanzando desde hace tiempo junto a otro proceso que es la renaturalización de los espacios exteriores, como patios de juego. Por todo ello, basándonos en nuestras vivencias pedagógicas, queremos ir un paso más allá y proponer la incorporación de incluir animales en los entornos de aprendizaje.
Paréntesis: Aunque ya hemos mencionado en ocasiones anteriores algunas de nuestras experiencias para acercarnos a una relacion más simbiótica con la naturaleza, al ver algunas de las imágenes de la relación de niños con animales en el documental “A new kind of wilderness” (traducido como “Adiós, salvajes”) sobre una familia con cuatro hijos que busca un estilo de vida “libre y salvaje” procurando minimizar su impacto en la naturaleza, que por un giro de las circunstancias se convierte en un documental sobre la pérdida, nos ha impulsado a compartir algunas reflexiones más.
Estamos hablando, por ejemplo, incorporar animales domésticos, como perros y gatos; pero también de animales de granja como gallinas o de promover el acercamiento de otros animales silvestres como pájaros, ranas; incluso, insectos…
Los motivos son muchos y variados. El primero de todos es que la presencia de animales nos transforma. Establecemos vínculos emocionales con ellos, nos despiertan -de forma general- el impulso de cuidarlos, contribuyen al desarrollo de nuestro sentido de la responsabilidad, nos ayudan a establecer relaciones, no nos juzgan, pero establecen límites claros (grandes maestros), nos plantean dilemas éticos que resolver, nos desencapsulan del antropocentrismo en el que estamos sumergidos.
En el caso de perros y gatos, con frecuencia, son las primeras relaciones que establecen personas recién llegadas a un contexto humano desconocido. En los primeros días, cuando aún no se conoce a nadie, el perro o el gato, generalmente, siempre está disponible y la persona recién llegada acude a ellos, se sienta a su lado -o lo coge en su regazo- y lo acaricia o lo mece, según el caso. De esa manera, ya se establecido la primera relación. También acompañan cuando tras un conflicto o una discusión alguien se siente mal. Si hay un perro o un gato disponible en las cercanías, esta persona siempre puede acercarse al animal quien, por regla general, si es bien tratado, estará disponible para acompañar y ofrecer contacto físico, sin juzgar.
Pero no solo hablamos de animales domésticos, sino también de animales de granja, como por ejemplo, las gallinas, que son el complemento perfecto para un huerto educativo en cuanto productoras de fertilizante y alimento, además de su función como “tractor animal”al escarbar la tierra con sus patas y fertilizarla con el estiércol que producen. La simbiosis gallinas/huerto/frutales es magnifica y así lo probamos en su momento con un proyecto en el que la introducción de gallinas jugaba un papel importante en la restauración de la salud de árboles frutales.
Por otra parte, también es valioso atraer a animales silvestres con la construcción e instalaciones de charcas para acercar anfibios y pájaros. Poner a disposición del ecosistema agua limpia -y, sobre todo viva– con movimiento permanente es magia. El agua es un atrayente pasivo de todo tipo de fauna sumamente eficaz, es el único elemento necesario y simple para incrementar la biodiversidad animal en un entorno de aprendizaje. En nuestro caso, la colocación deliberada de agua viva, ha producido una cascada en la cadena trófica, en la que, sin saber cómo, comienzan a aparecer ranas que, con el tiempo se van reproduciendo e incrementando el tamaño de su población, hasta el punto en el que hay tantas que la naturaleza actúa y convoca al depredador para buscar el equilibrio y, así, comienzan a aparecer todos los años garzas y ejemplares de Martín Pescador y libélulas y murciélagos, todos ellos grandes y eficientes depredadores de mosquitos. Y toda esa fauna acude sin hacer nada más que mantener un lugar con agua viva. Que, por otra parte, es un laboratorio de aprendizaje in vivo para observar la de la vida que allí allí sucede.
También puedes atraer pájaros con cajas nido (nosotros utilizamos un modelo especifico denominado cajas de biodiversidad, que no solo estaban diseñadas para acoger pequeñas aves insectivoras, sino también otro tipo de insectos como arañas, murciélagos, abejorros, avispas alfareras,…). Este tipo de recurso es sumamente útil tanto para incrementar la biodiversidad como para combatir plagas, si bien es cierto que en entorno muy urbanizados pueden ser más complicado ubicarlas; aunque siempre pueden utilizarse en coordinación con los ayuntamientos parques públicos o zonas verdes cercanas, lo que siempre da una oportunidad para salir del recinto de hormigón.
Al igual que procuramos crear un entorno apropiado el desarrollo de la infancia, también lo hicimos con las abejas, esos polinizadores de los que ignoramos nuestra gran dependencia. La polinización es una función esencial para la producción natural de frutas y verduras. Por ello, instalamos colmenas que fueran capaces de atraerlas de manera pasiva; el agua viva hizo el resto.
La presencia de animales en los entornos de aprendizaje requiere de una gran responsabilidad colectiva, pues el animal depende de nosotros para su supervivencia. Esto es un gran desafío para el desarrollo de destrezas de cooperación y cuidado diarias. Este requerimiento es una gran oportunidad para cohesionar grupos en torno a un objetivo común, así como para desarrollar capacidades básicas de organización y cooperación ; sobre todo si se mantiene la coherencia de los grupos a lo largo del tiempo.
La presencia de animales también abrirá debates éticos accesibles para todas las edades sobre qué es tratarlo bien, cómo debemos interactuar con ellos, cómo respetarlos y cuidarlos.
Uno de los inconvenientes más significativos (aunque menor en el caso de aves e insectos) de la presencia de animales en un entorno de aprendizaje son los excrementos. En el caso de mascotas, es posible enseñarles a deponer en lugares concretos y, luego trasladar el material a un compostero específico (por lo que hay que cuidar el alimento que se les proporciona); en el caso de aves de granja. Esto, que puede verse como un problema, es – sin embargo- desde nuestro punto de vista uno de los mayores desafíos que tenemos por delante: aprender la gestión de los residuos y cómo la caca no es un desecho, sino un recurso valiosísimo para fertilizar los jardines y los alimentos que producimos cerrando ciclos y evitando la dependencia de alimentos fertilizados sintéticamente (con todos los efectos adversos para la salud del suelo que suponen).
Una agricultura sin ganadería no puede ser suficientemente saludable, pues la agricultura ecológica requiere de abonos animales. Eso significa que la ganadería (que es algo muy diferente de la industria cárnica(1) ) es esencial para lograr incrementar la producción en cantidad y calidad de vegetales y, al mismo tiempo, regenerar los suelos y maximizar la captura de carbono: los pastos son grandes sumideros de gases de efecto invernadero. Una agro-ganaderia regenerativa, esto es, que regenere el suelo, requiere del manejo de ganado en movimiento, no estabulado para lograr una óptima fertilización y regeneración de los suelos incrementando su productividad.
No querríamos dejar de mencionar en este asunto a Marc Gràcia, uno de los mayores exponentes de la agro-ganadería regenerativa en el proyecto experimental de Planeses (Gerona). Dentro de la complejidad de un contexto ecológico, podríamos resumir la filosofía de la agro-ganadería regenerativa bajo el principio de “cuidar y fertilizar el suelo”, para lo que la ganadería regenerativa es imprescindible.
Cada cual debe encontrar la posición que le alinea con su conciencia singular en este y otros debates éticos, pues la complejidad de asunto es tal que la soluciones basadas en eslóganes simplificadores no son suficientes. Acudir a la propia sabiduría interior es la solución, a pesar de que, paradójicamente, a diferentes personas les indique diferentes direcciones.
Uno de los aspectos paradójicamente más positivos de la presencia de animales en entornos de aprendizaje es que nos presenta con más frecuencia y algo menos de intensidad el fenómeno de la muerte. No se ha enfatizado aún lo suficiente la importancia de abordar la muerte, nuestro miedo más profundo y universal, como un hecho natural. Enfrentar la muerte de una mascota u otro animal con el que hemos tenido relación, nos obliga a recolocarnos en la perspectiva de la fragilidad e impermanencia de nuestras vidas, impregnándonos, si el acompañamiento es el adecuado, de una perspectiva abisal, que transforma, temporalmente, nuestra percepción cotidiana, dotando las relaciones y los eventos de mayor trascendencia. En lo que nosotros hemos visto, cuando la muerte de un animal se produce en un entorno de aprendizaje y los adultos que acompañan son conscientes de la importancia éticas y educativa de ese hecho, las respuestas de los niños/as y jóvenes son sorprendentes: revelan la necesidad ancestral de ritualizar de despedida, incluyendo el enterramiento, la propia forma de despedida, los símbolos de aprecio que le acompañen en la tumba e, incluso, las decoraciones más variadas con elementos naturales perecederos. Todo lo cual forja una experiencia vital en la que, a través de las emociones por el vínculo perdido, se plantean cuestiones éticas y filosóficas de gran calado que difícilmente se involucrarían tan apasionadamente en una sesión con libro de texto.
En todo caso, como hemos visto, los animales son parte fundamental de nuestra vida y absolutamente necesarios para nuestra supervivencia y, sin embargo, están prácticamente excluidos de manera absoluta de los entornos de aprendizaje, con lo que estamos restando una oportunidad extraordinaria para desarrollar aprendizajes y destrezas sumamente importantes para nuestra especie. Los animales en las escuelas deberían ser como las pizarras, las mesas o las sillas: un elemento básico del aprendizaje conectado con la vida. Los animales nos sacan de la virtualidad de las pantallas y de la abstracción y nos colocan en el aquí y ahora en sus relaciones con nosotros y en relación con la solución a los desafíos que su presencia también suscita, tanto en los entornos más rurales como en los más urbanos. Si se trata de educar -y no solo de instruir- entonces deberíamos incluir más vida, incluyendo a los animales, en nuestros entornos de aprendizaje.
Nos decía Rafael Pulido-Moyano en una conversación que pronto podréis escuchar que no era posible hacer hueco a la conciencia en la escuela porque todo el tiempo y el espacio del currículum ya estaba ocupado. Seguramente, el tiempo que requiera la atención, cuidado y gestión de animales haga que muchas personas que trabajan en entornos escolares regulares lo consideren inviable.
En los centros educativos regulares es más complejo, pero no es menos cierto que también es mucho más necesario, pues la distancia con el mundo natural es mucho mayor.
En todo caso, en absoluto es imposible; eso sí, requiere voluntad, convicción, determinación y capacidad para aprender.
Nuestra intención es alumbrar un sendero que hemos transitado y experimentado sabedores de los beneficios que hemos detectado para todos los actores del proceso educativo (seres humanos y no humanos). Nuestra intención no es dictar qué debe hacer cada cual, sino compartir nuestra experiencia. Si lo que se vislumbra en ese sendero te conecta, ya sabes; si no te conmueve, tu dirección debe ser otra.
Paradójicamente, la convivencia con animales como parte del proceso de desarrollo educativo y personal, nos hace más humanos; por eso, si el sistema se declara educativo y no meramente instructivo, los animales deben estar presentes.
Os recordamos que ofrecemos acompañamiento y asesoría organizacional y pedagógica tanto para equipos pedagógicos como para profesionales individuales, así como acompañamiento familiar y mentorías para jóvenes. Más información en: ojodeagua.ambiente.educativo@gmail.comojo de agua – ambiente educativo comparte su experiencia a través de este blog. Vuestro apoyo con una suscripción de pago nos ayuda a seguir compartiendo.
(1) A este respecto recomendamos la obra de Jocelyn Porcher, Vivir con los animales. Contra la ganadería industrial y la liberación animal. Porcher trabajó en la industria cárnica y la “producción animal” y conoce al dedillo las miserias y sombras de tal negocio; sin embargo, posteriormente, trabajo como ganadera de una granja familiar y descubrió el papel que juega el ganado en nuestro propio proceso de humanización y cuestiona si en realidad sabemos vivir con los animales y plantea el asunto de la muerte en relación a nuestros animales.